El amasado, también conocido por su término en inglés kneading, es una operación fundamental en el procesamiento de polímeros, especialmente en etapas previas al moldeo como la extrusión, el compounding o la fabricación de masterbatch. Consiste en someter el material plástico a una combinación de fuerzas mecánicas —principalmente cizallamiento, compresión y elongación— para lograr una mezcla homogénea y estable de todos sus componentes.
Durante este proceso, el polímero base, los aditivos, cargas, pigmentos o refuerzos se incorporan y dispersan de manera uniforme, lo que resulta clave para garantizar que el producto final tenga propiedades físicas, térmicas, ópticas y mecánicas consistentes. Un amasado adecuado es, por tanto, esencial no solo para obtener una masa fundida uniforme, sino también para asegurar el rendimiento del material durante su transformación posterior, ya sea inyección, soplado, extrusión de perfil o termoformado.
En términos técnicos, el amasado ocurre dentro de equipos como extrusoras (monohusillo o doble husillo), amasadoras internas (tipo Banbury) o mezcladoras continuas, que disponen de zonas diseñadas específicamente para provocar la ruptura de aglomerados y una distribución eficaz de todos los ingredientes. Las extrusoras de doble tornillo son especialmente eficaces para esta tarea, gracias a su capacidad de controlar la intensidad del cizallamiento, la temperatura y el tiempo de residencia del material.
Existen dos aspectos clave en el amasado: dispersión y distribución. La dispersión se refiere a la ruptura física de los aglomerados de pigmento, aditivo o carga, mientras que la distribución garantiza que esos componentes estén repartidos uniformemente en toda la masa. Una mezcla que solo esté distribuida, pero no bien dispersada, puede mostrar defectos como puntos de color, zonas frágiles, o propiedades mecánicas dispares dentro de una misma pieza.
Cuando el amasado es deficiente, pueden aparecer diversos problemas de calidad, como:
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Falta de homogeneidad de color o transparencia.
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Presencia de puntos negros, grumos o partículas mal disueltas.
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Fragilidad mecánica o deformaciones por tensiones internas.
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Inestabilidad en los parámetros de procesamiento, como la fluidez o la temperatura de fusión.
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Rechazos por defectos estéticos o funcionales en piezas finales.
En el contexto actual, donde el uso de materiales reciclados o compuestos avanzados está en auge, el amasado cobra aún más relevancia. Por ejemplo, en el reciclaje de plásticos posconsumo, es habitual tener materias primas con una composición heterogénea. Un buen amasado permite estabilizar las propiedades del material, mejorar su comportamiento en máquina y aumentar su calidad percibida en el producto final.
En Plásticos Lezo, aunque nuestro núcleo de actividad es la inyección, comprendemos que la calidad de una pieza comienza mucho antes del moldeo. Por eso, trabajamos exclusivamente con proveedores que garantizan procesos de amasado controlados, y sometemos los materiales a pruebas de entrada rigurosas para comprobar su uniformidad, fluidez, estabilidad térmica y dispersión de colorantes o aditivos.
Además, cuando desarrollamos proyectos con nuevos compuestos, colaboramos desde la fase de formulación para asegurar que el grado de amasado se adapte a las exigencias del producto final. También realizamos ensayos de comportamiento en nuestras inyectoras para verificar que la mezcla sea estable, procesable y conforme a las especificaciones.
La automatización y digitalización también han llegado a esta fase del proceso. Hoy en día, muchas líneas de extrusión y compounding cuentan con sensores en línea que permiten medir la presión, viscosidad o temperatura del material durante el amasado, ajustando los parámetros automáticamente para mantener la calidad del lote.
En definitiva, el amasado es una fase crítica y a menudo invisible para el cliente final, pero de enorme impacto en el rendimiento, la calidad y la estabilidad del material plástico. En Plásticos Lezo, reconocemos su importancia y lo consideramos parte integral de nuestra cadena de valor, asegurando que cada gránulo que entra a nuestras máquinas esté perfectamente preparado para convertirse en una pieza de alto rendimiento.